
Where to give to help Ukraine
A Message from Pope Francis: Words of Challenge and Hope


My Prayer for You
I would like to make my own these prayerful words of Pope Francis imploring our Blessed Mother Mary, Queen of Peace, for her kind intercession on behalf of the suffering people of Ukraine, Syria, Ethiopia, and all war-torn regions of the world.
Mis Queridos Hermanos y Hermanas en Cristo,
El séptimo capítulo de la encíclica del Papa Francisco Fratelli Tutti (Sobre la Fraternidad y la Amistad Social) es especialmente oportuno e importante porque discute los horrores de la guerra. Desde el comienzo de su pontificado, el Santo Padre ha instado a las naciones y pueblos del mundo—a todos nosotros—a “construir puentes, no muros” y a reconocer que somos verdaderamente hermanas y hermanos en la única familia de Dios. Fratelli Tutti es una reflexión constante sobre la forma en que debemos tratarnos unos a otros, no como extraños o adversarios, sino como familia.
El Papa Francisco argumenta enérgicamente que “la guerra es la negación de todos los derechos y un asalto dramático al medio ambiente”. Plantea que “si queremos un verdadero desarrollo humano integral para todos, debemos trabajar incansablemente para evitar la guerra entre naciones y pueblos”. Esto significa que “es necesario garantizar el indiscutible imperio de la ley y el recurso incansable a la negociación, la mediación y el arbitraje, como propone la Carta de las Naciones Unidas, que constituye verdaderamente una norma jurídica fundamental”.
El Santo Padre insta a “recurrir incansablemente” a medios productivos y no violentos para resolver los conflictos entre las naciones. Nos advierte en términos inequívocos que la guerra es mala, y que el uso de la agresión injusta en el trato con otras naciones es siempre un paso atrás para la humanidad y para la civilización. Incluso el criterio tradicional para lo que se ha denominado “guerra justa”, es cuestionable hoy en día. Como escribe el Papa Francisco, “La cuestión es que, a partir del desarrollo de armas nucleares, químicas y biológicas, y las enormes y crecientes posibilidades que ofrecen las nuevas tecnologías, se ha otorgado a la guerra un poder destructivo incontrolable que afecta a muchos civiles inocentes”.
Una vez desatados, los poderes destructivos de la guerra pueden llegar a ser imposibles de controlar. “Ya no podemos pensar en la guerra como una solución”, dice el Papa. “Porque sus riesgos probablemente siempre serán mayores que sus supuestos beneficios. En vista de esto, es muy difícil hoy en día invocar los criterios racionales elaborados en siglos anteriores para hablar de la posibilidad de una ‘guerra justa’. ¡Nunca más la guerra!"
Y, sin embargo, se están librando guerras en nuestro tiempo—en Ucrania, Siria, Etiopía y otras regiones del mundo. El sufrimiento de la gente común, nuestros hermanos y hermanas, clama al cielo y nos obliga a hacer todo lo que esté a nuestro alcance para poner fin a la violencia y construir una paz duradera. Como seguidores de Jesucristo, las armas a nuestra disposición no son violentas, y ciertamente excluyen la guerra nuclear, química o biológica. Elegimos instrumentos de paz incluyendo la oración, el diálogo, y el arte de la persuasión. Cuando estas armas fallan, como a menudo lo hacen frente al odio, la injusticia y la agresión violenta, permanecemos fieles al Evangelio, especialmente a las Bienaventuranzas, confiados en que el poder de la bondad y la verdad vencerá a las fuerzas del mal.
“La enemistad con Dios es la fuente de todo lo que envenena al hombre”, escribió una vez el Papa Emérito Benedicto XVI. “Superar esta enemistad es la condición básica para la paz en el mundo. Sólo el hombre que se reconcilia con Dios puede también reconciliarse y estar en armonía consigo mismo, y sólo el hombre que se reconcilia con Dios y consigo mismo puede establecer la paz a su alrededor y en todo el mundo”. Esto significa que las armas más grandes que tenemos a nuestra disposición para lograr una paz verdadera y duradera son espirituales, no materiales. El amor vence al odio. La esperanza vence al miedo. Y la fe en Dios es nuestro mejor camino hacia la victoria sobre el mal.
Por supuesto, debemos resistir la agresión injusta dondequiera que la encontremos. Ciertamente debemos tender la mano y apoyar a nuestros vecinos que están bajo ataque. Como el Papa Francisco nos recuerda a menudo, la “indiferencia” es un pecado capital que nos impide escuchar los gritos de ayuda de nuestros vecinos, ver las necesidades que tienen los demás y acercarnos para tender una mano amiga. Debemos luchar contra la complacencia y el egocentrismo, especialmente en tiempos de guerra, pandemia y dificultades económicas.
Pidamos a María, Reina de la Paz, que nos ayude a cuidar de nuestras hermanas y hermanos en estos tiempos difíciles. Oremos y trabajemos por el fin de la guerra y por el establecimiento de una paz verdadera y duradera en todos los países del mundo.
Sinceramente suyo en Cristo Redentor,
Donde proporcionar ayuda a Ucrania
Marzo 2, 2022
WASHINGTON (CNS) -- Varias agencias católicas están recolectando donaciones para ayudar con la crisis humanitaria en Ucrania, mientras la gente huye para escapar de los ataques y bombardeos rusos. Aquí se muestran algunos lugares para donar. Esta lista no es exhaustiva.
La confederación internacional Caritas está recaudando fondos para ayudar a Caritas Ucrania. En los Estados Unidos, es a través de Catholic Relief Services: https://bit.ly/3LWtOKa. A nivel internacional, usted puede donar a través de www.caritas.org.
La Archieparquía Católica Ucraniana de Filadelfia también tiene un enlace: https://ukrarcheparchy.us/donate.
Dos agencias pontificias también están recibiendo donaciones para Ucrania: Asociación para el Bienestar del Cercano Oriente Católico, https://cnewa.org/campaigns/ukraine/, Y Aid to the Church in Need (Ayuda a la Iglesia Necesitada), www.churchinneed.org/. Internacionalmente, Aid to the Church (Ayuda a la Iglesia) puede ser contactada en https://bit.ly/3vfqCn4.
Los Caballeros de Colón lanzaron el Fondo de Solidaridad con Ucrania, y se pueden hacer donaciones en www.kofc.org/secure/en/donate/ukraine.html. El 25 de febrero, los Caballeros de Colón anunciaron un compromiso de $1 millón para distribución inmediata para apoyar a los refugiados ucranianos e igualarán todos los fondos recaudados hasta $500,000 adicionales. Los fondos de socorro se utilizarán para proporcionar refugio, alimentos, suministros médicos, ropa y bienes religiosos, así como otras necesidades humanitarias que se identifiquen, tanto directamente en Ucrania como a través de los sitios de refugiados en Polonia.
También se pueden hacer donaciones al Servicio Jesuita a Refugiados en www.jrsusa.org para apoyar el trabajo de la agencia en Europa “para acompañar, servir y abogar por aquellos forzados a huir de la guerra y el conflicto”.
Los Salesianos también están recibiendo donaciones para ayudar a refugiados: https://salesianmissions.org/lp/ukraine-emergency.
Un Mensaje del Papa Francisco: Palabras de Desafío y Esperanza
Una selección de Fratelli Tutti (Sobre la Fraternidad y la Amistad Social), Capítulo Siete, “Caminos de Reencuentro”, promulgada por el Papa Francisco el 3 de octubre del 2020.
La injusticia de la guerra
256. “En los planes de los malvados hay mentira, en los consejos del hombre de paz, alegría” (Prov 12,20). Sin embargo hay quienes buscan soluciones en la guerra, que frecuentemente se estimula por una ruptura de las relaciones, de ambiciones hegemónicas, de abusos de poder, del miedo al otro y a una tendencia a ver la diversidad como un obstáculo.[237] La guerra no es un fantasma del pasado, sino que se ha convertido en una amenaza constante. Nuestro mundo está encontrando cada vez más dificultad en el lento camino hacia la paz que había emprendido y que comenzaba a dar buenos frutos.
257. Debido a que se están creando nuevamente las condiciones para la proliferación de guerras, solo puedo reiterar que “la guerra es la negación de todos los derechos y una dramática agresión al medio ambiente. Si queremos un verdadero desarrollo humano integral para todos, tenemos que trabajar incansablemente para evitar la guerra entre las naciones y los pueblos. Con ese fin, se necesita asegurar el imperio indiscutible del derecho y el infatigable recurso a la negociación, la mediación y al arbitraje, como propone la Carta de las Naciones Unidas, que constituye una verdadera norma jurídica fundamental”.[238] Los 75 años del establecimiento de las Naciones Unidas y la experiencia de los primeros 20 años de este milenio, han mostrado que la plena aplicación de las normas internacionales es realmente eficaz, y que su incumplimiento es nocivo. La Carta de las Naciones Unidas, cuando es respetada y aplicada con transparencia y sinceridad, es un punto de referencia de justicia obligatorio y un canal de paz. Pero esto implica no disfrazar intenciones falsas ni colocar los intereses particulares de un país o grupo por encima del bien común mundial. Si las normas son simplemente consideradas como instrumentos a los que acudir cuando resulta favorable y que son ignorados cuando no lo es, se desatan fuerzas incontrolables que hacen un gran daño a las sociedades, a los pobres y vulnerables, a las relaciones fraternales, al medio ambiente y a los bienes culturales, con pérdidas irrecuperables para la comunidad global.
258. Se puede optar por la guerra invocando todo tipo de excusas supuestamente humanitarias, defensivas o preventivas, acudiendo incluso a la manipulación de la información. En las últimas décadas, todas las guerras han sido ostensiblemente “justificadas”. El Catecismo de la Iglesia Católica habla de la posibilidad de una legítima defensa mediante la fuerza militar, que supone demostrar que se den algunas “condiciones rigurosas de legitimidad moral”.[239] Así es fácil caer en una interpretación demasiado amplia de este posible derecho. De esa manera, algunos podrían justificar erróneamente ataques “preventivos” o acciones bélicas que difícilmente pueden evitar “males y desórdenes más graves que el mal que se pretende eliminar”.[240] La cuestión es que a partir del desarrollo de armas nucleares, químicas y biológicas, y las enormes y las crecientes posibilidades que brindan las nuevas tecnologías, se ha otorgado a la guerra un poder destructivo fuera de control que afecta a muchos civiles inocentes. La verdad es que “nunca la humanidad tuvo tanto poder sobre sí misma y nada garantiza que vaya a ser bien utilizado”.[241] Ya no podemos pensar en la guerra como una solución, debido a que los riesgos probablemente siempre serán superiores que sus supuestos beneficios. En vista de esto, hoy en día es muy difícil invocar los criterios racionales elaborados en siglos anteriores para hablar de la posibilidad de una “guerra justa”. ¡Nunca más la guerra![242]
259. Debe agregarse que, con el incremento de la globalización, lo que puede aparecer como una solución inmediata o práctica para una parte del mundo, inicia una cadena de efectos violentos y a menudo ocultos que terminan afectando a todo el planeta y abriendo el camino a nuevas y peores guerras en el futuro. En el mundo de hoy ya no hay sólo aislados brotes de guerra en un país o en otro, sino que estamos experimentando una “guerra mundial a pedazos”, porque los destinos de los países están fuertemente conectados entre ellos en el escenario mundial.
260. En palabras de San Juan XXIII, “ya no tiene sentido sostener que la guerra es un medio adecuado con el cual reparar el derecho violado.”[243] Expresando este punto en medio de una fuerte tensión internacional, expresó el creciente deseo de paz surgiendo en el período de la guerra fría. Apoyó la convicción de que las razones de la paz son más fuertes que todo cálculo de intereses particulares y confianza en el uso de armamento. Sin embargo, no se aprovecharon adecuadamente las oportunidades ofrecidas por el fin de la guerra fría por la falta de una visión de futuro y de una conciencia compartida sobre nuestro destino común. En cambio, fue más fácil perseguir intereses particulares sin hacerse cargo del bien común universal. Así volvió a abrirse camino el temible espectro de la guerra.
261. Cada guerra deja al mundo peor que como antes estaba. La guerra es un fracaso de la política y de la humanidad, una claudicación vergonzosa, una amarga derrota frente a las fuerzas del mal. No nos quedemos en discusiones teóricas sino toquemos las heridas de las víctimas. Contemplemos una vez más a todos aquellos civiles cuyas muertes fueron consideradas “daños colaterales”. Preguntemos a las víctimas. Pensemos en los refugiados y desplazados, en los que sufrieron los efectos de la radiación atómica o los ataques químicos, en las madres que perdieron a sus hijos, en los niños y niñas mutilados o privados de su infancia. Escuchemos las historias verdaderas de esas víctimas de la violencia, miremos la realidad a través de sus ojos y escuchemos sus relatos con el corazón abierto. Así podremos reconocer el abismo del mal en el corazón de la guerra y no nos perturbará que nos traten de ingenuos por elegir la paz.
262. Las reglas no serán suficientes si seguimos pensando que la solución a los problemas actuales está en disuadir a otros a través del miedo o amenazando con el uso de armas nucleares, químicas o biológicas. Ciertamente, “si se tienen en cuenta las principales amenazas a la paz y a la seguridad con sus múltiples dimensiones en este mundo multipolar del siglo XXI, tales como, por ejemplo, el terrorismo, los conflictos asimétricos, la seguridad informática, los problemas ambientales, la pobreza, surgen no pocas dudas acerca de la inadecuación de la disuasión nuclear para responder eficazmente a estos retos. Estas preocupaciones son aún mayores cuando consideramos las catastróficas consecuencias humanitarias y ambientales derivadas de cualquier uso de las armas nucleares con devastadores efectos indiscriminados e incontrolables en el tiempo y el espacio… Debemos preguntarnos cuan sostenible es un equilibrio basado en el miedo, cuando en realidad tiende a aumentarlo y a socavar las relaciones de confianza entre los pueblos. La paz y la estabilidad internacional no pueden basarse en una falsa sensación de seguridad, en la amenaza de la destrucción mutua o de la aniquilación total, o en el simple mantenimiento de un equilibrio de poder… En este contexto, el objetivo final de la eliminación total de las armas nucleares se convierte tanto en un desafío como en un imperativo moral y humanitario… El aumento de la interdependencia y la globalización implica que cualquier respuesta que demos a la amenaza de las armas nucleares, debe ser colectiva y concertada, basada en la confianza mutua. Esta confianza se puede construir sólo a través de un diálogo que esté sinceramente orientado hacia el bien común y no hacia la protección de intereses encubiertos o particulares”.[244]Con el dinero usado en armas y otros gastos militares, constituyamos un fondo mundial [245] que pueda acabar con el hambre y favorezca el desarrollo de los países más pobres, de tal modo que sus ciudadanos no acudan a soluciones violentas o engañosas, ni tengan que abandonar sus países para buscar una vida más digna.
Mi Oración para Ustedes
Quisiera hacer mías estas palabras de oración del Papa Francisco implorando a nuestra Santísima Madre María, Reina de la Paz, por su amable intercesión en nombre del pueblo que sufre en Ucrania, Siria, Etiopía y todas las regiones del mundo devastadas por la guerra.
